Me he preguntado con frecuencia si la mayoría de la humanidad se detiene alguna vez a reflexionar sobre la inmensa importancia que de vez en cuando tienen los sueños, y el oscuro mundo al que pertenecen. Mientras que la mayor parte de nuestras visiones nocturnas no son quizá más que vagos y fantásticos reflejos de nuestras experiencias cuando estamos despiertos -al contrario de lo que afirma Freud con su simbolismo pueril-, hay sin embargo algunas otras cuyo carácter extramundano y etéreo no permite una interpretación ordinaria, y cuyo efecto vagamente apasionante y preocupante sugiere posibles vislumbres fugaces de una esfera de existencia mental no menos iportante que la vida física, pero separada de ella por una barrera casi infranqueable. Mis experiencia no me permite dudar de que el hombre, cuando pierde la conciencia terrena, realmente habita durante algún tiempo en otra vida incorpórea de naturaleza muy diferente a la de la vida que conocemos, de la cual, cuando despierta, sólo perviven los recuerdos más insignificantes y más confusos. De esos recuerdos borrosos y fragmentarios podemos deducir mucho, pero comprobar poco. Podemos suponer que en sueños la vida, la materia y la vitalidad, tal como el mundo entiende tales cosas, no son forzosamente constantes; y que el tiempo y el espacio no existen tal como nosotros los comprendemos cuando estamos despiertos. A veces creo que esta vida menos material es nuestra más auténtica vida, que nuestra vana presencia sobre el globo terráqueo es en sí misma un fenómeno secundario o meramente virtual.
jueves, 2 de abril de 2009
Fragmento de "Al otro lado de la barrera del sueño" de H.P. Lovecraft
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1 comentarios:
Tenemos que hablar de esto.
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